Nací en la
tierra donde se elaboran a mano las abarcas tres puntá, el sombrero vueltiao y
se entonan los cantos de vaqueria. Es decir, soy chinuana abarcúa a mucho
honor. Desde los diez años abandoné mi terruño para refugiarme en la tierra del
diabolín y el mote de queso. Allá estudié el final de mi primaria y parte
bachillerato. A mis dieciocho la abandoné dejando enterrada a mi preciosa madre
y a mi gran amor, que la violencia me lo arrebató.
Inicié mis estudios
profesionales en la cuidad Perla de la Sabana, capital del departamento de
Sucre. Conocí el duro trabajo, el uso y el abuso, pero terminé mis estudios.
Encontré en el recorrido al padre de mis preciosos hijos: uno chocolate y otro
caramelo. En otras palabras, uno es moreno y otro es blanco. Situación que a
veces me trae ciertos problemas por eso de que… ¿Ajá, uno negro y otro blanco?
¿Y de quién es este negrito? El asunto es que me quieren poner a bailar en la
cuerda de lo moral; pero al fin y al cabo son del mismo nido.
Ya en la U,
leía textos, novelas, cuentos para jugar con mi imaginación, pero escribía
cosas que hicieron parte de mi realidad y de lo que he vivido, algo así como
una Catarsis. Fue así que me encontré con un grupo de talleristas que me
hicieron énfasis en el contenido y que lo demás se emparejaba en el camino. No
contenta con lo que tenía, la dichosa abarcuda, se topó en la navegación con un
grupo maravilloso, talentoso y creativo, llamados taller virtual cerocinco, a
los cuales me quito el sombrero.
Ahora espero
que estas sencillas líneas logren atrapar el olfato de los magníficos sabuesos
del arte de escribir (con todo respeto) y puedan recibir a esta aprendiz que
los observa desde la Perla del Otún.
Con cariño,
Gloria.