Soy lo que en México llamamos
"Chilango", aquél que nace y vive en la Ciudad de México, capital de
un país para muchos "exótico" por la historia de sus antepasados y
para otros por la bondad de la naturaleza en sus playas, selvas y paisajes de
montañas áridas y semi desérticas.
Según lo que platicaba mi madre, yo tenía
prisa por nacer y casi lo hago en el auto de mi papá, que no llegaba a tiempo
al sanatorio, y que conste en aquellos tiempos (1949) no había la cantidad de
tráfico que hoy tienen las grandes ciudades. Fue un día de julio por lo que
estoy determinado por el signo Leo, y según comentan, le hago honor a ese signo
por querer siempre tener la razón en todo lo que digo o hago. Estando
estudiando la carrera de Ingeniería en Electrónica en el Politécnico Nacional,
me tocó participar en el movimeinto estudiantil de 1968, que aquí tuvo un
descenlace fatal el 2 de octubre, en donde grupos del ejército y paramilitares
acribillaron a los estudiantes mientras realizaban un mitín en un sitio
arqueológico llamado la Plaza de las Tres Culturas en lo que fue el barrio
prehispánico de Tlalteloco. Las tres culturas se refieren a la prehispánica,
mal llamada azteca ya que había otros barrios no aztecas, la colonial (bajo el
dominio de la Corona Española) y la moderna (posterior a 1965) con grandes
edificios de apartamentos y avenidas.
Pienso que algunos de los nacidos entre 1945
y 1955 quedamos marcados por ese movimiento estudiantil, ya que nos dedicamos
al activismo político en mayor o menor grado. Por mi parte, estudié la carrera
de Antropología Social, quizá con la ilusión de llevar la revolución y el
bienestar al campo mexicano. Idea romántica que se desbarató cuando enfrentamos
el poder del Estado manifestado en su aparato burocrátiaco en el mejor de los
casos y en las guardias blancas en el peor.
Desilusionado de esta actividad que me llevó
a recorrer la parte sur de de la República, me dedique a la docencia en el
estado de Chiapas, en la bella ciudad de San Cristobal de las Casas, lugar
donde encontré a mi pareja.
Sin trabajo y con mujer, regresé a la gran
capital, cuando era más fácil encontrar empleo que apartamento, en donde
continué trabajando como ingeniero.
Al final la ciudad ha sido benévola con
nosostros, desde mi infancia en un barrio —le llamamos colonia— proletario,
escuelas públicas, amigos desde hace casi cuarenta años, jugando en las calles,
cuidándonos de las razzias de policía (estaba prohibido jugar en la calle),
irnos "de mosca" colgados de los trolebuses, y al igual que muchos de
ustedes aplanando monedas en los rieles de los ferrocarriles y tranvías.
Ganando o perdiendo en los "volados" (ganar o perder con una moneda
lanzada al aire) con los meregueros (venden dulces de clara de huevo horneado
llamado merengue).
Empecé a escribir formalmente desde hace mas
o menos cinco años, antes escribía algo parecido a un diario de viaje, ya que
por razones de trabajo anduve por diferentes ciudades de Estados Unidos de
América y de Europa. En estos viajes, me gustaba ir a las iglesias y catedrales
a contemplar los vitrales, por lo que ahora me dedico no sólo a admirarlos sino
que construyo algunos bastante sencillos.
En la actualidad, trabajo en una empresa como
director técnico, soy escritor tardío, vitralista por afición y fotógrafo por
herencia.
Roberto C.