Nací de chiquita en la Clínica San José,
atendida por monjas, a pesar del gusto de mi padre. La ambivalencia marcó mi
vida. Soy atea, bipolar, solitaria y porteña. Como no acepto los nacionalismos,
pude recorrer el mundo entero más de cuatro veces como corresponsal y fotógrafa
(conocí 157 países), vivir en New York (donde estaba Rajneesh, el movimiento
hippie y Woodstock), Katmandú (donde pasé dos meses en un lamasterio), Londres
(porque no hay ciudad que me guste más), Houston (donde obtuve un doctorado y
un master y trabajé como sólo se trabaja allá, mucho), y desde hace 15 años en
Mar del Plata: siempre como si fuese mi hogar. Sin embargo, no puedo negar que
tengo un especial rechazo por Buenos Aires: soy una amante incondicional de la
naturaleza y a pesar de haber creído en mi juventud que el hombre es bueno por
naturaleza (como pensaba Rousseau), desconfío de la gente. Fui artesana en
cueros en Plaza Francia y hippie por convicción. Trabajé siempre para agencias
de noticias y en publicidad. Cursé dos años de Física Astronómica en La Plata,
y después la carrera de psicóloga clínica y la licenciatura en Filosofía.
Estuve muchos años en el Hospital Borda y el Moyano, practicando psicología, no
adentro. Adentro estuve dos veces: una a los 21 y otra el año pasado. Pero
siempre salgo. Mis amigos y amigas, que mantengo desde el colegio secundario,
me ayudan. 

Me casé a los 19, tengo un hijo que vive en la
Capital, me divorcié a los dos años; me junté con un canadiense que conocí en
la India, me separé después de cinco años; me rejunté con otro con el que viví
dieciocho años pero tuvo la mala idea de morirse; y finalmente me rerejunté con
el último, al que despedí de mi casa en 2007 después de cinco años. Todos entre
15 y 20 años más o menos que yo. No me entiendo con los de mi edad. Desde
entonces como el buey: solo, bien se lame. 

No sé cómo lo hice, ahora no podría, pero
trabajaba en el exterior (en tiempos en que no había celulares ni Internet) y
mantenía mi consultorio clínico. Por supuesto que mi hijo no me lo perdonaba y
nuestra relación ha sido siempre conflictiva. Toco madera, hace seis meses que
estamos bien. Además, adopté a una mujer hermosa por dentro y por fuera, que
tiene más años que el varón, y de la cual tengo tres nietas. 

De mis padres no deseo hablar: ya los perdoné
y no es un tema del que quiera ocupar espacio en esta biografía. 

Después de cuarenta años de profesión, decidí
que ya era tiempo de disfrutar. Hace doce dejé los diagnósticos e informes
escritos, las notas periodísticas y un Manual para Terapeutas que no publiqué,
y me puse a escribir cuentos. Nunca termino de aprender. Nunca. He ido a
talleres presenciales y participo de 5 foros de escritura. Acabo de anotarme
hace un mes en uno exclusivo de corrección. A veces corrijo libros o novelas.
Lo hago porque me gusta y me lo piden.
Y como Susana, amo actuar.
Hago teatro desde hace ocho años, he participado en nueve obras de teatro
independiente, una sola con monólogos exclusivamente míos, estudio y escribo
dramaturgia. No puedo vivir sin escribir y actuar. Este es mi jubileo y al que
no le guste que me proponga otra cosa, por ahí me entusiasmo.

Escribí mucho, creo: tengan comprensión porque
estoy en mi etapa maníaca.
Lidia
